La venganza del acetato
En el último año las ventas en el mundo aumentaron 54,7%.
Por: Lizeth Cadena C. / Especial para El Espectador
“Llevo ocho días sin poder dormir. Hágame un favor gigante, devuélvame mis vinilos. Que los rompan, los quemen o los regalen cuando yo me muera, pero en vida no vendo ni uno”. Como esta son muchas las frases que ha tenido que escuchar últimamente Camilo de Mendoza, dueño de la librería y tienda de música Tornamesa, todo gracias al resurgimiento del famoso acetato, un formato que no ha muerto pero que tampoco estaba de parranda, más bien se encontraba escondido entre cajas, polvo y bodegas, y ha vuelto para demostrarle al planeta por qué es considerado la pieza más bella y exquisita que ha dado la música.
Las ventas de vinilos han estado incrementándose a nivel mundial desde hace un par de años y las cifras no son un invento de sus amantes o sus comerciantes. Según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica, en 2014 se recaudaron US$347 millones gracias a su distribución, y eso representó un crecimiento del 54,7% respecto a años anteriores.
A Tornamesa, ubicada en el centro comercial Avenida Chile, no llegan únicamente los expertos y enamorados del acetato; también aparece el joven que quiere iniciar su colección con el álbum de un artista emergente o la joven que sueña con tener un tocadiscos para su cumpleaños. “Nosotros empezamos a venderlos hace cinco años. Era una sección pequeña, de unos 300”, asegura Camilo. “Sin embargo, debido a la gran demanda tuvimos que abrir otro local y nos tocó entrar en el negocio de los tornamesas. Nos ha funcionado bastante bien. Tanto así que ahora contamos con 4.000 discos listos para ser empacados y entregados a sus dueños”.
Pasión de coleccionista
A varios kilómetros de distancia de la avenida Chile, más exactamente en la calle 18 con carrera 8ª, se encuentra Acetatos, la Galería del Coleccionista, una tienda con 40.000 vinilos, especialmente de salsa y música cubana. Hernando Gómez, su propietario, es un fiel creyente de que este formato nunca va a salir del mercado porque es el mejor invento del hombre. “Hay que tener un pésimo oído para no darse cuenta de que la calidad del sonido es superior a la del CD o lo que se escucha en internet. Pero no sólo se trata de eso. Tomar uno en las manos, ver el roce de la aguja, disfrutar del arte gráfico de su carátula y sentir esa fragancia evocadora de recuerdos no tiene precio. Es magia”, afirma este musicómano.
En su tesoro personal guarda 5.000 acetatos y en los años 70 comenzó comprando la banda sonora de la película Salsa. Fue entonces cuando se apasionó por este género y encontró sus ídolos en las Estrellas de Fania, y también el camino que marcaría su existencia: ser uno con las melodías y los vinilos.
Hernando recuerda a la perfección sus viajes por el mundo en busca de prensajes originales (primeras ediciones), las tertulias con el combo de amigos en torno a la reciente adquisición y la vez que dio su carro familiar en forma de pago por unos discos. Tiene 54 años, asegura que le falta mucho por aprender y, al igual que a los hijos, quiere todos sus acetatos de la misma manera. “Mi hijo dejó su carrera para dedicarse a la tienda y a la melomanía. Está claro, dicho y escrito: esta tradición la va a seguir él. Espero que cuide este legado y les enseñe a los adolescentes, como yo lo he hecho, que hacerse amigo de los vinilos es una maravillosa idea”.
Tanto para Hernando como para Camilo la gente está volviendo a adquirirlos por diferentes razones. Hay quienes quieren conseguir aquellos que sus padres escuchaban hace más de 30 años y personas que en encuentros de melómanos se dejan seducir por las colecciones y los relatos detrás de ellas. Una nueva generación de clientes y seguidores que nada tiene que ver con los compradores tradicionales.
Tan populares se han vuelto estos caballeros de armadura negra que Camilo ha desarrollado diferentes proyectos para reafirmar su regreso. Uno de ellos es la exposición Memorias del rock en vinilo, 49 portadas de álbumes de este género que estarán en el Parque de la 93, en Bogotá, hasta el 29 de mayo. Gracias a su éxito piensan llevarla a otras ciudades.
Al esfuerzo de comerciantes y fanáticos por convertir este objeto en el más codiciado de esta era se suman los deseos de muchos artistas por salir al mercado con producciones en acetato. En Colombia se pueden citar los casos de Ondatrópica, Bomba Estéreo o Systema Solar. “Hacerlo es una manera de homenajear esa época en la que realmente se disfrutaba de la música, sin distracciones. También cabe anotar que los buenos DJ siempre trabajan con estos, entonces las bandas o cantantes deben adaptarse a este formato para que el público que frecuenta bares escuche sus canciones”, asegura Fernando Sierra, vocalista de Estados Alterados, agrupación paisa que lanzó el año pasado su disco Intruso armónico en vinilo.
En Colombia ya no existen las máquinas prensadoras de acetatos, sin embargo, esto no ha sido un impedimento para su fortalecimiento. Más que por fabricación o venta masiva, ha sobrevivido gracias al amor que muchos le profesan. El vinilo no morirá porque sobre él recae el peso de contar la historia de una sociedad, la emoción de un músico, las victorias de quien lo tuvo por años y las hazañas de aquel nuevo coleccionista que espera tenerlo entre sus manos.
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